54.000 VISITAS, SI TIENES ALGO QUE PUEDAS APORTAR, PONTE EN CONTACTO CON NOSOTROS cunitmar@gmail.com

1971: Año del inicio de la toma de conciencia en Cornellà

Manuel J. Campo
En 1971 han cristalizado en Cornellà diversos temas que arrancan de los años 60, de los años del crecimiento incontrolado, de los años en que fábricas y nuevos barrios borraban la imagen del pequeño pueblo agrícola-industrial de la postguerra, en una «ordenación» —valga el eufemismo— orquestada para favorecer los intereses de los grupitos que dirigían el cocido. 

La aprobación de la casi totalidad del Plan Parcial Almeda —cuya primera redacción se hizo en 1960—, el desfalco del Administrador de San Ildefonso —barrio modelo, modelo de cómo no debe de proyectarse, construirse, ni venderse un barrio— y la repetición de las inundaciones del 62 —esta vez mucho más devastadoras—, forman parte de un fuerte ritmo de acontecimientos acaecidos en el curso de un año, como final de asuntos que se han venido fraguando durante tanto tiempo. 

Y junto a esa sucesión de acontecimientos importante, de antigua raíz, se ha podido apreciar un inicio de participación del pueblo. La población ha abandonado, en algunos momentos, su postura de sujeto pasivo, manejado, y ha tomado parte decisiva en asuntos de su interés. 

Recordemos el Plan Parcial Almeda: la entrada en escena de los vecinos, que terminó en conflicto abierto, movió lo que parecía inamovible para abogados impugnadores, y forzó una solución a medias para lo que parecía perdido. 

Las inundaciones de 1971, las que nunca debieron ocurrir si se hubiese tomado en serio el durísimo aviso del 62, las que no hubiésemos conocido nunca de no construirse terraplenes con palabras y canalizarse el Llobregat entre débiles márgenes de promesas, han puesto otra vez de manifiesto ese inicio de toma de conciencia al que nos referimos. La población víctima de la catástrofe por negligencias bien conocidas no se resignó a ser víctima del inmovilismo subsiguiente, de la falta de soluciones urgentes tras la riada, y exigió, por cauces considerados nada ortodoxos, las soluciones que se precisaban. Y las obtuvo. 

No querríamos caer en el error de intentar adivinar más de lo que realmente significa esto, pero es evidente que la población no quiere ser sujeto pasivo, espectadora impasible, ante todos los cocidos —y refritos también— que se llevan a cabo en Cornellà y que le afecten directamente. 

Poco a poco la población despierta de ese letargo que dura tantos años y, aunque se le suministren constantemente tranquilizantes y somníferos, va desesperándose de ese incómodo sueño y se dispone, lentamente, a asumir el papel histórico de protagonista que le corresponde. 

El Pensamiento - diciembre de 1971