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Crónicas de Almeda 1964

Revista El Pensamiento diciembre de 1964

Esas "menudencias"... tan importantes 

En diversas ocasiones nos hemos ocupado de algunos de los problemas que se le vienen planteando a Cornellà, por el hecho de su súbito crecimiento; pero, siempre, desde un punto de vista general o de conjunto.

Hoy, quisiéramos poner de manifiesto las condiciones en que está viviendo lo que, un día, será el distrito de Almeda. Esta barriada, alejada del núcleo urbano, no tiene más que una, única, sola ventaja concretada en el servicio del «carrilet». En efecto, el apeadero de Almeda es el único servicio público que, con regularidad y rapidez, comunica la barriada con la linea Barcelona-San Baudilio. Y no estará de más señalar que, con este servicio, empiezan las desventuras, toda vez que el paso a nivel está muy descuidado por la noche, siendo muy peligroso su cruce.

La relación, simple y escueta, de las desventuras de los sufridos habitantes de Almeda, ocuparía demasiado espacio y, por ello, renunciamos a iniciarla. Permítasenos, sin embargo, enumerar algunas, en la esperanza de que se enteren los señores «a quienes corresponda», por si creen que procede atenderlas.

SERVICIOS SANITARIOS

Sólo hay una farmacia, pero, por las noches y fiestas, está cerrada, obligando a largas caminatas al que precisa algo con urgencia, caso que ocurre con demasiada frecuencia.

No hay médico, lo cual nos ahorra cualquier comentario, pues ya se pueden figurar las tribulaciones que ello ocasiona.

No hay ni una sola fuente pública y, con lo frecuente que se producen los cortes de agua, ¿para qué vamos a describir las cuitas de las amas de casa? La barriada es cruzada por algunos regalos inmundos, pestilentes, desagradables en grado sumo, a la vista como al olfato.

ESTADO DEL PISO: ABANDONO TOTAL 

Barro y polvo. Polvo y barro. Barro y polvo. Y vuelta a empezar.

La única calle que se ha pavimentado un par de veces, la calle de Dolores Almeda, entre el trabajo chapucero hecho, la falta de desagües y el intensísimo tránsito rodado, está que da lástima. Todas las demás, puro barro, barro puro. Y las aceras, bueno, de las aceras, será mejor no hablar.

En el núm. 245 de EL PENSAMIENTO, correspondiente al pasado agosto-septiembre, leímos un suelto por el que se anunciaba la próxima pavimentación de las calles que rodean los bloques de pisos, gracias a la aportación del Ministerio de la Vivienda, con cargo al presupuesto pro-damnificados por las inundaciones de 1962, por un importe de 377.228'— pesetas. Actualmente ya están pavimentadas.

El hombre de la calle reacció seguidamente, con argumento infantil, de profano «Si con el dinero del Ministerio se pavimentan las calles de los bloques, no podrían pavimentarse las demás, con dinero del Ayuntamiento...?».

El hombre de la calle se disgustó de veras, al ver que se arreglaba el Pasaje Busquéts, justo el tramo de los bloques en la Avda. de San Fernando y, justo también, el tramo de Tirso de Molina.

El hombre de la calle se ha sosegado un poco al ver, posteriormente, que también se ha arreglado otro trozo de esta misma calle, hasta la de Dolores Almeda. El hombre de la calle no comprende por qué, ahora que están allá los obreros con sus máquinas, no continúan arreglando todas las calles... i y las aceras!

El hombre de la calle, quizá, es muy exigente y ya está diciendo que ya veremos cómo quedarán estas calles después del invierno. Y es que, además de exigente, el hombre de la calle es mal pensado... (Está tan escamado).

SENSACIÓN DE AHOGO, DE ASFIXIA 

El barrio de Almeda era como un feliz oasis, en medio de inmensos campos de verdura. Lo era. Ya no lo es. La verdura ha sido sustituida por fábricas y más fábricas que están cercando, oprimiendo, ahogando las contadas calles urbanas, como un apretado dogal implacable.

Ahora, en lugar del verde panorama de los campos, hermoso y apacible, muros y chimeneas se alzan amenazado- res, vomitando, incansables, humos y malos olores molestos.

Bienvenidas las fábricas, en las que, en su constante hormigueo, se fragua riqueza y bienestar, progreso y trabajo. Pero, ¡córcholis! ¿se nos puede decir, explicar, por qué, por ejemplo, en los campos de una gran Empresa, día y noche arden unas grandes hogueras, pestilentes, repugnantes, que producen un penetrante y densísimo humo que asfixia y se mete por todas las rendijas?

Creemos, sinceramente, que con algo más de buena voluntad, tanto por parte de los industriales como de nuestras autoridades, podrían evitarse, o por lo menos subsanarse, muchas de las desventuras de Almeda.

El Pensamiento diciembre de 1964